martes, 5 de agosto de 2008

No lloremos por Doha - Dani Rodrik

Aquí una columna importante sobre Doha tomada de El Tiempo, después del fracaso de la ronda de negociaciones por la negativa de Estados Unidos de bajar los subsidios agrícolas y la negativa de India, China y Brasil de bajar sus aranceles industriales. Esta es la interpretación crítica del economista Dani Rodrik quien afirma que !No hay que llorar por Doha! porque al final este Programa sobre el desarrollo no resuelve el problema de la pobreza en términos de cifras.

No lloremos por Doha

Dani Rodrik*

¿Lo harán, o no? ¿Terminarán firmando los ministros de comercio del mundo un nuevo acuerdo comercial multilateral que reduzca los subsidios agrícolas y las barreras arancelarias a los bienes industriales, o se irán con las manos vacías? La saga se ha arrastrado desde noviembre de 2001, cuando la actual ronda de negociaciones comenzó en Doha, Qatar, sufriendo desde entonces numerosos altibajos, cuasi-colapsos y extensiones.

La última ronda de conversaciones, realizada en Ginebra, nuevamente ha terminado sin llegar a acuerdo. A juzgar por lo que dice la prensa financiera y algunos economistas, lo que está en juego no podía ser más alto.

Conclúyase la así llamada "ronda del desarrollo" con éxito, y será posible sacar a millones de campesinos de la pobreza en los países pobres, además de asegurarse de que la globalización siga viva. Si fracasa, dicen, se inflingirá un golpe casi fatal al sistema mundial de comercio, generando desilusión en el Sur y proteccionismo en el Norte. Y, como los editorialistas se apresuran a recordarnos, las desventajas son especialmente grandes en momentos en que el sistema financiero cruje bajo la crisis de las hipotecas basura y Estados Unidos entra en recesión.

Sin embargo, si se examina la agenda de Doha con una mirada menos apasionada, uno comienza a preguntarse a qué viene tanta alharaca. Es cierto que las políticas de apoyo a los agricultores en los países ricos tienden a deprimir los precios mundiales, junto con los ingresos de los productores agrícolas en los países en desarrollo. No obstante, para la mayoría de los productos agrícolas, es probable que la reducción progresiva de estos subsidios tenga efectos apenas significativos en los precios mundiales, a lo más unos cuantos puntos porcentuales. Esto es bien poca cosa en comparación con la importante alza de precios ocurrida recientemente en los mercados mundiales y, en cualquier caso, se vería opacado por la alta volatilidad a la que por lo general están sujetos estos mercados.

Si bien el aumento de los precios agrícolas a nivel mundial ayuda a los productores, afecta negativamente a los hogares urbanos en los países en desarrollo, muchos de los cuales son también pobres. Por esa razón, la reciente alza de los precios de los alimentos ha hecho que muchos países productores de alimentos impongan restricciones las exportaciones, lo que casi ha causado pánico entre quienes sienten inquietud acerca de la pobreza global.

Es difícil conciliar estos temores con la visión de que la ronda de comercio de Doha podría sacar a decenas, si no cientos, de millones de la pobreza. Lo mejor que se puede decir es que la reforma agrícola en los países ricos sería una ventaja a medias para los pobres del mundo. Sólo en el caso de unos pocos productos básicos -como el algodón y el azúcar- habría ganancias claras, ya que no se consumen en grandes cantidades en los hogares pobres.

Los grandes ganadores de la reforma agrícola en E.U., la UE y otros países ricos serían sus contribuyentes y consumidores, que pagan desde hace mucho los subsidios y protecciones que reciben sus compatriotas agricultores. Sin embargo, no nos equivoquemos: de lo que estamos hablando es de una reforma a las políticas nacionales y una redistribución interna del ingreso. Esto puede ser beneficioso en términos de eficiencia, e incluso de igualdad, pero ¿se debería haber convertido en la principal preocupación de la Organización Mundial de Comercio?

¿Y qué ocurre con las barreras arancelarias a los bienes industriales? Los países ricos han exigido a países en desarrollo como India y Brasil importantes recortes a los aranceles a las importaciones, a cambio de reducir gradualmente sus subsidios agrícolas. (Es un profundo misterio el por qué tienen que ser sobornados por países pobres para hacer lo que les conviene). Pero aquí también los beneficios potenciales son escasos. Las barreras arancelarias que se aplican en los países en desarrollo, si bien son más altos que en los países avanzados, se encuentran ya en uno de los puntos más bajos de la historia.

Según las estimaciones del Banco Mundial, la completa eliminación de todas las restricciones al comercio de mercancías terminaría impulsando los ingresos de los países en desarrollo en no más de un 1%. El efecto sobre los ingresos de los países desarrollados sería incluso menor. Y, por supuesto, la Ronda Doha sólo reduciría estas barreras arancelarias, no las eliminaría del todo.

La Ronda Doha se construyó sobre un mito, el que una agenda de negociaciones centrada en la agricultura constituiría una "ronda para el desarrollo", lo que dio a actores clave lo que querían. Proporcionó a los gobiernos de los países ricos y al entonces Director General de la OMC, Mike Moore, la oportunidad de lograr una postura moral alta frente a los manifestantes antiglobalización. Dio a Estados Unidos un palo con el que derribar la política agrícola común de la UE. Y fue hecha a medida para los pocos países en desarrollo de ingresos medios (como Brasil, Argentina y Tailandia) que son grandes exportadores agrícolas.

Sin embargo, el mito de la ronda del "desarrollo", promovido por autoridades de comercio y economistas que abrazan la "teoría de la bicicleta" acerca de las negociaciones comerciales (es decir, la visión de que es posible mantener vivo un régimen de comercio sólo si se hacen continuos avances en términos de su liberalización) resultó ser contraproducente, ya que Estados Unidos y países en desarrollo claves tuvieron dificultades para liberalizar sus sectores agrícolas. Lo que terminó por llevar al colapso la última ronda de negociaciones fue la negativa de India de aceptar rígidas reglas que, sintió, pondrían en peligro a los pequeños agricultores indios.

Lo que es más importante, los temores que subyacen a la teoría de la bicicleta son muy exagerados. Vivimos en el régimen de comercio más liberal de la historia no porque la OMC obligue a su implementación, sino porque países importantes -tanto ricos como pobres- consideran que una mayor apertura va en su propio beneficio.

Los riesgos reales están en otros lugares. Por una parte, está el peligro de que el alarmismo actual termine siendo una profecía autocumplida, es decir, que las autoridades comerciales y los inversionistas conviertan en realidad el escenario apocalíptico si entran en pánico. Por otra parte, está el peligro de que la "ronda del desarrollo", una vez terminada, no esté a la altura de las grandes expectativas que ha generado, socavando aún más las reglas de comercio globales en el largo plazo. A fin de cuentas, bien puede ser que los "factores atmosféricos" -la psicología y las expectativas- sean más determinantes para los resultados que las cifras económicas reales.

Así es que no lloremos por Doha. Nunca fue una ronda para el desarrollo, y el mundo del mañana difícilmente luzca muy diferente al de ayer.


*Profesor de Economía Política en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard, es el primer galardonado con el Premio Albert O. Hirschman del Consejo de Investigación en Ciencias Sociales. Su último libro es One Economics, Many Recipes: Globalization, Institutions, and Economic Growth.

Copyright: Project Syndicate, 2008.
www.project-syndicate.org
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen

Links:

- Dani Rodrik's blog "Don't cry for Doha" (Aqui puede ver criticas a su posición en los comentarios)

- "Particulary bad timing" (Editorial New York Times, julio 25 de 2008)

"Q&A: China Post Doha" (Entrevista con Johan McEntee -Revista Forbes)

"Brazil's Lula says Doha deal only question of time" (Washington Post - 4 de agosto)

- Fracaso Doha no interfiere TLC ni convenios comerciales (Uriel Ortiz - El Espectador)

- Otros links sobre el colapso de Doha