martes, 19 de febrero de 2008

William Borroughs en Bogotá


Leyendo la "Guía literaria de Bogotá" (Bogotá, Aguilar, 2007), el recorrido que Antonio Caballero hizó de Bogotá de la mano de algunos escritores importantes, me encontré con una referencia significativa. William Burroughs hablando de la Bogotá de los cafés en sus Cartas del Yahé. Como algunos de ustedes saben, Borroughs fue el escritor que dio lugar a un nuevo género literario: la literatura beat, personaje peculiar, drogadicto, homosexual, mató a su mujer cuando jugaban a Guillermo Tell y en lugar de darle en la manzana le dió en la frente.... Escribió bajo unos nuevos presupuestos de una generación del "Baby boom" desencantada con las tradiciones y el establecimiento. Los dejamos con el texto de William Borroughs sobre Bogotá una joya que quiero compartir con ustedes.


Cartas del Yahé
William Borroughs

"Todas las noches voy a un café y pido una botella de Pepsi - Cola y la lleno de alcohol de laboratorio. La población de Bogotá vive en los cafés. Hay cualquier cantidad de ellos y todos están llenos. La vestimenta general de la clientela de Café de Bogotá es un trench - coat de gabardina y naturalmente traje y corbata. A un sudamericano le pude estar asomando el culo por los pantalones pero seguirá con la corbata puesta. Bogotá es en en esencia un pueblo chico, todo el mundo preocupado por lo que lleva puesto y tratando de aparentar como si ocupara un puesto de responsabilidad. Una noche estaba instalado en un café de liberales cuando tres matones conservadores vestidos de civil entraron a los gritos de "Vivan los conservadores" con la esperanza de provocar a alguien para poder matarlo. Uno de ellos era un hombre maduro con una cara vociferante; los otros se quedaron atrás y lo dejaron que gritara. Los otros dos jóvenes secuaces, muchachones de esquina, fronterizos de maleantes casi. Hombros estrechos, caras de hurón, piel lisa, rojiza y dientes cariados. Los dos tenían un poco de aire de perro perdido, algo avergonzados de sí mismos, como el tipo de los versitos que decía: "tengo que confesar que soy un pedacito de mierda". Todo el mundo pagó y se marchó dejando que el tipo siguiera gritando "Viva el partido conservador!", en el local vacío.